miércoles, julio 28, 2010

O’Donnell: “En política, los demonios no están de un lado y los santos del otro”

El 7 julio de 2010 se editó un nuevo número del diario "Crítica de los trabajadores" que editan los empleados a los que los dueños de "Crítica de la Argentina"dejaron de pagarles (sin decir agua va) sus sueldos hace ya más de tres meses. En esa edición se incluye el siguiente interesante reportaje a Guillermo O'Donnell realizado por Gabriela Vulcano y Gabriela Granata.
 
 
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En él el politólogo analiza las últimas semanas de debate parlamentario, que mostraron una discusión atravesada por demandas sociales, y el rol de un Poder Ejecutivo sin mayoría parlamentaria que lo obliga a la cooperación.
"Oposiciones, no oposición", aclara Guillermo O`Donnell para ir marcando el terreno en el que va a anlizar el comportamiento parlamentario. Con la mirada aprobatoria de su esposa, la politóloga Gabriela Ippolito, ante cada una de sus reflexiones, el prestigioso doctor en Ciencias Políticas por la Universidad de Yale, se detiene a reflexionar sobre los espacios de acuerdos políticos, pocas horas después de la sanción de la ley del matrimonio igualitario. Aunque resalta que los legisladores han realizado "un aprendizaje de interacción", asegura que aún es necesario romper con el sentido común que esgrime que "no se gobierna sin mayorías" y que "el Gobierno es sólo el Ejecutivo".

-En el primer semestre, el funcionamiento del Congreso estuvo trabado y la iniciativa política estaba en manos del Poder Ejecutivo, sin embargo en las últimas semanas hubo una revitalización en el rol parlamentario. ¿Qué permitió ese cambio?

-Hubo varios componentes. Una buena parte de la oposición se dio cuenta de que tenía que tomar la iniciativa porque si no, el Ejecutivo la iba a arrasar, no sólo en las leyes que tenía que votar sino también frente a la opinión pública, es decir fue un modo de supervivencia de esta oposición tan heterogénea. Segundo, me da la impresión de que se dio un proceso interesante de aprendizaje, a pesar de las discordias y celos de algunos dirigentes que operan en la política nacional. Hubo un aprendizaje de interacción. Eso es muy útil para el futuro. Se han creado redes de conversación y, a veces, de cooperación muy buenas.

-¿Eso alcanza a diferentes niveles de la oposición o al oficialismo y la oposición?

-Por ahora, adentro de las oposiciones. prefiero hablar de las oposiciones y no de la oposición. El puente entre la oposición y el Ejecutivo aún es muy tenue.
 
-Después del recambio legislativo, los distintos partidos opositores quedaron etiquetados bajo el rótulo de "la oposición", incluso en algunas oportunidades sectores de centro-izquierda quedaron alineados con sectores de centroderecha. ¿Considera que eso terminó diluyendo las diferencias que existen entre los proyectos políticos al interior del Congreso?
 
-Sí. Hubo una sobrevaloración del significado del triunfo de las oposiciones. Algunos dirigentes políticos creyeron ilusamente, o tal vez cínicamente, que ellos iban a encabezar la oposición. Los medios y la opinión pública recogieron esa idea, sobre todo hubo una gran euforia de algunos medios hostiles al Ejecutivo. Hay otra cuestión muy importante a tener en cuenta que es la idea super mayoritaria en el Poder Legislativo de que no se puede gobernar si el Ejecutivo no tiene mayoría en el Congreso. En general, en las democracias representativas, los partidos que eligen al presidente y al primer ministro no tienen mayorías en el Congreso.

-En 1987 y en 2001, el partido de gobierno no tuvo mayoría parlamentaria y se terminó con crisis, alimentando la idea de que no es posible gobernar sin el peronismo. Ahora, que en el Ejecutivo está el PJ, ¿cuánto hay de crecimiento o cuánto hay de vigencia de esa vieja sentencia de que el justicialismo condiciona?

-Tenemos un aprendizaje histórico muy negativo. Parte de las desventuras argentinas están atadas al sentido común de que no se gobierna sin mayorías, que el Gobierno es sólo el Ejecutivo, y que al Congreso se le mandan leyes, es decir que el Parlamento no legisla sino que recibe. En Estados Unidos, varios presidentes han gobernado con minorías. Los partidos de Gobierno crean alianzas, que no son alianzas fijas sino alrededor de diferentes cuestiones.
-¿Por qué en la Argentina hay tantas dificultades para la construcción de consensos?

-Hay consenso pero también muchos conflictos. Los consensos son subsumidos dentro de una política de todo o nada. Tiene que ver mucho con los modos de oposición del peronismo, pero también hay sectores de la oposición que si fueran mayoría harían lo mismo. Acá no hay demonios de un lado y santos de otro. Tengo esperanza que con la actual heterogeneidad se pueda realizar un aprendizaje en este sentido. Pienso que adentro y fuera del peronismo hay aprendizajes muy importantes.

-Antes del recambio legislativo, usted señaló que en la Argentina hay una democracia delegativa y que el día que el Gobierno no sea sólo el Ejecutivo podremos pasar a una democracia representativa. En relación con eso, ¿cómo evalúa el actual escenario?

-Tenemos una democracia delegativa y deberíamos transitar hacia una democracia representativa, en la cual funcionen las instituciones efectivamente. Las últimas elecciones legislativas fueron un paso adelante y ahora se plantea la posibilidad de dar otro paso, pero eso está sobre el tapete.
 
-¿Qué rol cumple el Ejecutivo en este tema?

-El Ejecutivo tiene privilegios de posición que lo hacen responsable en cómo se comporta frente al entramado institucional, del cual el Poder Ejecutivo es una parte, no es la totalidad. También hay responsabilidades de otros lados. Algunos han hecho un aprendizaje, pero que todavía falta que se difunda y enraíce en la política y en la sociedad.

-¿La visión maniquea que usted critica de los Kirchner no ayudó indirectamente a alentar el debate y la contraposición de ideas?

-Respecto al matrimonio igualitario, a nivel político, los discursos fueron demasiado confrontativos, incluso algunos trogloditas...
 
-¿Se refiere al arzobispo de Buenos Aires, el cardenal Jorge Bergoglio?

-Sí, me refiero a él, a buena parte de la iglesia católica y de la iglesia evangélica. Más allá de esos discursos, el debate a nivel de la sociedad fue muy útil. Puso en el tapete un tema que buena parte de la sociedad había puesto debajo de la alfombra y obligó a mucha gente a tomar posición. Todo lo que es llevar a la escena pública temas de este tipo es muy sano.

-En relación con el matrimonio igualitario hubo un debate transversal dentro de los partidos políticos, ¿cómo opera eso en la definición de los rumbos parlamentarios?

-Siempre ha habido un conflicto muy grave indisoluble entre las ventajas de la disciplina parlamentaria y las del representante que responde más a los intereses de su distrito que a los de su partido. Siempre va haber tensiones en eso. La Argentina ha sido un país de notable disciplina partidaria, se ha votado muy disciplinadamente lo que enviaba el Ejecutivo, más allá de algunas excepciones. Eso nos ha llevado a consecuencias muy serias.

-En nuestro país, a veces, los mismos sectores que critican la disciplina partidaria realizan cuestionamientos ante los legisladores que no se alinean con el bloque al que pertenecen...

-En el caso del matrimonio igualitario fue bueno que se haya votado de acuerdo a su conciencia o a la opinión de su distrito. Respecto a la UCR, es notable que los jefes, que eran minoría, no hayan intentado imponer su postura al resto del bloque. El peronismo también votó dividido.

-¿Es posible repetir esta modalidad de votación en otros temas que no estén vinculados a los derechos civiles?

-Pertenecer a un partido implica ciertos compromisos y delineamientos programáticos, que no son aquellos relacionados a la identidad personal. Si soy socialdemócrata, no voy a apoyar leyes de Cavallo. Es decir, en las cuestiones más programáticas es exigible un nivel de disciplina partidaria mucho más alta, sino hay que irse a otro partido.
 
Machismo, cultura y el debate sobre el aborto
 
- Usted señaló en varias oportunidades que en la Argentina se garantizan los derechos políticos, pero que falta avanzar en los derechos civiles, sociales y culturales. ¿Podría profundizar esta idea?

–En la sociedad hay una enorme carga de machismo, que incluye a la clase política. Tiene que ver con los mecanismos de participación y con la ausencia de mujeres en los organismos de poder. No se trata de presencias simbólicas, como en Estados Unidos, donde se pone a un negro en un gabinete, que es un acto de cinismo.

–¿Qué debería suceder entonces?
–Que existan ámbitos institucionalizados de participación, no en forma espontánea sino de manera estable para que esas voces con ganas de hablar en la escena pública se transformen en instituciones.

–¿La sociedad va empujando los debates, como en el caso del matrimonio igualitario?

–Hay que ver si ahora se va a discutir o no el tema del aborto. Yo creo que no. Hay casos en los que a uno le gustaría estar fervientemente equivocado, y éste es uno de ellos.

–¿Qué otros temas considera cruciales en término de derechos civiles, sociales y culturales?

–La democratización de ámbitos de la sociedad está muy influida por el grado de democratización del sistema político. Tiene que haber un sistema político que abra más puertas.
 
El caso Macri y las comisiones independientes
 
No sigue al detalle la causa que llevó al procesamiento del jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, acusado de montar una estructura ilegal dentro del régimen gubernamental para actividades de espionaje. Pero cree que el estado de sospecha ensombrece tanto a los funcionarios como a la Justicia, sujetos de cruces de acusaciones de intencionalidad política. Fue lo que le sucedió primero al juez federal Norberto Oyarbide al dictar la medida contra el jefe de Gobierno, que luego confirmó la Cámara Federal.

–¿Cómo evalúa el hecho de que en la Ciudad de Buenos Aires en los últimos seis años se produjo la destitución de un jefe de Gobierno y ahora haya otro que está en la cuerda floja?
–Sospecho que nadie sabe exactamente qué sucede y cuáles son las circunstancias reales de este episodio. Si realmente se probara el delito que se le imputa, sería un caso grave de destitución. Ahora, se ha puesto también en debate en qué medida la acción de Oyarbide es una persecución política y en qué medida no lo es.

–¿De qué modo podría resolverse entonces la investigación? ¿Debería avanzarse en algún organismo especial?

–Habría que crear comisiones investigadoras conformadas por personas insospechadas, donde se nombre a algún fiscal. Argentina necesitaría algo así.

–¿Como fue en su momento la Conadep?
 
–Es un excelente ejemplo. Gente insospechada que realizó un informe y que fue aceptado por la sociedad.

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